“Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan.” (2 Tesalonicenses, 10-12)
Llevaba tiempo mentalizándome, contando ahorros y haciendo cálculos; para abandonar un salario sin nada que lo sustituya hay que tenerlo todo bajo control. Sin embargo, y como ya intuía mi yo del pasado, no he tardado ni dos semanas en empezar con el runrún en mi cabeza. Un gasto por aquí, otro por allá, y uno acaba indefectiblemente pensando en nuevas formas de obtener ingresos por muchos billetes que tenga guardados en el cerdito. Es natural. El descanso solo tiene sentido contrapuesto al trabajo; el ocio, a su negación, el negocio. Aún con todo y por las razones expuestas en mi anterior artículo creo conveniente olvidarme por el momento del tema monetario, problema ya resuelto en mi futuro cercano, y centrarme en ampliar mis habilidades, aumentar mi autonomía y en general ser una persona más funcional.
Modernidad viscosa
Uno de mis objetivos actuales es eliminar el exceso de grasa. Hablo de la acepción más pura de la palabra - estoy yendo al gimnasio para eliminar esos kilos de más - pero hablo también de otros tipos de grasa. Citando de Ultrarracionalismo, divertido libro de filosofía y variedades:
[La Grasa] responde a lo sobrante, a lo que en cantidades muy moderadas es natural y asumible pero cuya sobreacumulación en seguida torna patológica y letal. Es aquello inservible no solo para llevar a cabo las funciones vitales, sino un impedimento directo para hacerlo, aparte de estéticamente feo y en general moralmente dudoso.
Hablamos por lo tanto de Shein, del catálogo de Netflix, del cada vez más refinado glutamato monosódico, de la infinidad de imágenes generadas por IA o de los anuncios epilépticos de muchas páginas web. De lo superfluo, en definitiva. Bauman hablaba de la modernidad líquida, quizá cabe más hablar de modernidad viscosa: grasa, charca, blob, slop.
Hace unos días decidí borrar casi todos mis emails antiguos, más de seis mil de 2019 en adelante, y empezar a gestionar bien una herramienta que, en su estado actual, no podría ejemplificar mejor el problema. Para acceder a cosas útiles como billetes de tren o comunicaciones con otra persona hay que filtrar entre un maremagnum de promociones y anuncios. Desde entonces, en cuanto recibo correos de Carrefour, Tumblr o Instagram (los remitentes de los últimos tres emails de mi bandeja de entrada) abro el mensaje, escroleo entre colores chillones e imágenes con productos a ¡Precios Imbatibles! y llego al footer, donde en letra diminuta te dan la opción de no recibir más basura haciendo click aquí. Me libero así, poco a poco, de la grasa digital. Si el correo electrónico se ha vuelto un medio de comunicación tan engorroso debido a esto, que decir del teléfono móvil, donde por cada llamada legítima hay cuatro o cinco que son timadores con datos robados de vaya usted a saber donde.
Consecuencias del dinero fiat
Una de las tesis defendidas por algunos maximalistas de Bitcoin es que esta dinámica deriva del actual sistema monetario de dinero fiduciario, dinero-deuda. Desde la izquierda se plantea que esto es tan solo una característica más del capitalismo, que necesita de crecimiento perpetuo; El Capital abre con un rotundo «La riqueza de las sociedades en las que domina el sistema de producción capitalista se nos presenta ‘como una inmensa acumulación de mercancías’». Sin embargo, aciertan los bitcoiners en apuntar que este es un fenómeno que se ha agudizado en los últimos tiempos. Cargarle la culpa al tan abstracto capitalismo no es más que echar balones fuera. Ciñámonos a los hechos: el 15 de Agosto de 1971 Richard Nixon suspende la convertibilidad del dólar en oro1 . Sin el dinero anclado a algo material, este deviene en rueda eterna de crédito que se retroalimenta a si misma. Cada vez tenemos más productos, cada vez más experiencias disponibles, más lucecitas de colores y más hamburguesas con salsa de lotus y sin embargo lo primordial se encarece a un ritmo vertiginoso. Las hipotecas se dan a cada vez más años; ya normalizada la financiación de los coches se financian también los teléfonos móviles. El crecimiento perpetuo que nos muestran los gráficos se diluye en sonajeros y fuegos artificiales. Ya se veían indicios antes de 2008, a partir de entonces la década ZIRP - no es ninguna casualidad que el auge de lo woke se de en este contexto de dinero gratis - y el whatever it takes lo ha llevado todo a otro nivel.
Aquí es donde yo reivindico poner en valor el trabajo, cada vez más devaluado en favor del casino global. Los liberales hacen mofa recurrente de la TVT con ejemplos ridículos y se la relaciona despectivamente con Marx, olvidando que este parte de Smith y Ricardo añadiéndole toda la parafernalia de la plusvalía. Pese a estar cada vez más de acuerdo con las tesis generales de la economía austriaca, no me acaba de convencer la teoría del valor subjetivo. Decir que “el valor de un bien está determinado por la utilidad que los individuos le atribuyen en función de sus necesidades, preferencias y circunstancias” me parece una tautología comparable a aquella de Jorge D’Alessandro cuando proclamó entre aplausos que “si saco una cazadora del armario y la meto en la nevera, he metido una cazadora en la nevera”. Volviendo a Bitcoin: por alguna razón que desconozco, muy pocos bitcoiners, generalmente partidarios del valor subjetivo, parecen caer en la cuenta de que el invento funciona literalmente gracias a un mecanismo llamado prueba de trabajo, mecanismo que solucionaría por ejemplo el problema antes mencionado del exceso de spam en el correo electrónico: si enviar correos de forma indiscriminada tuviese un coste, muchas empresas se lo pensarían antes de hacerlo.2
En Bitcoin is Venice, magnífico libro en el que se deshace la madeja del actual sistema económico, se define el dinero de la siguiente forma:
“Money is a story. It is a story of what work has been done on credit that is yet to be redeemed”
¿Arregla esto Bitcoin?
Bitcoin no es más que un libro mayor contable descentralizado y final en el que para añadir nuevas páginas - minar un bloque3 - se necesita adivinar un número concreto, y la única forma de adivinar este número es mediante fuerza bruta, haciendo el cálculo una y otra vez hasta obtener la solución. Es decir, mediante la aplicación intensiva de energía. Es la energía y por ende el trabajo necesario para producir esa energía lo que ancla a Bitcoin al mundo material, lo que hace válida una transacción incluida en un bloque. Muchos ecologistas se quejan del impacto medioambiental que tiene la minería. Es cierto que los mineros consumen cantidades ingentes de energía para averiguar un número, algo que a primera vista resulta absurdo. Otras criptomonedas utilizan soluciones menos costosas, la más utilizada es la prueba de participación (proof of stake) donde para añadir una nueva página al libro mayor se realiza un sorteo entre todos aquellos que tengan monedas bloqueadas (participaciones); a más monedas bloqueadas, más posibilidades de ser el ganador del sorteo y añadir la siguiente página al libro mayor con la consiguiente recompensa. Es evidente el problema de este método: los que tengan más monedas tienen más opciones de generar nuevas monedas. Y para eso ya tenemos el actual sistema monetario, donde los que están más cerca de la impresora se benefician del efecto Cantillón.
Hay varias formas de conseguir dinero bancario y muchas de ellas son pura asignación de recursos gestionada de forma discreccional. Baste como ejemplo que en España hay hoy más de 10 millones de pensionistas los cuales votan para que el presidente de turno les aumente cada año su asignación, so pena de cambiar su voto en caso contrario. En cambio, solo hay dos formas de obtener bitcoin4: bien mediante la recompensa que se le asigna a aquel que adivina el número que da derecho a añadir un nuevo bloque a la cadena, probando así que ha gastado energía para ello, bien comprándole bitcoin a alguien que ya lo tenga y que pondrá por él el precio que desee conveniente. Aquí no hay políticas, no hay lobbies, no hay discreccionalidad. Quien quiera bitcoin, ha de pagar el precio.
Does Bitcoin REALLY fix this?
“Estado se llama al más frio de todos los monstruos” (Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra)
Este artículo pretende dar vagamente forma a ciertas nociones, filosóficas incluso - las teológicas vendrán en próximos artículos si consigo ensamblar las ideas que sobrevuelan mi cabeza - relacionadas con la red Bitcoin. Todo esto está muy bien y es muy bonito, tan bonito como la ganancia de poder adquisitivo que han obtenido los hodlers en los últimos dos años y medio, pero por muy revolucionaria que haya sido la idea de Satoshi tenemos que operar en el mundo real: los impuestos, los bienes y los servicios se siguen pagando en euros y esto no va a cambiar en un futuro próximo. Desde hace un tiempo, y derivado precisamente de esas grandes ganancias (quien comprase a principios de 2023 ha multiplicado por cinco lo invertido), he notado que en los diversos grupos y foros en los que siempre se había alentado a no usar casas de cambio centralizadas como Binance o Coinbase que monitorizan todos nuestros movimientos y se los comunican a Hacienda, el tema que más se debate hoy es en como materializar en sucio fiat esas suculentas ganancias, en como volver al sistema. Es una curiosa ironía que un activo que atrae a aquellos que buscan escapar de las garras del sistema los acabe trayendo de vuelta, izando la bandera blanca, solicitándole al frio Estado que se lleve la mordida que crea consecuente y rezando para no haber cometido ningún error funesto rellenando los papeles. Ya se sabe que mientras el mundo viejo se muere y el nuevo está aún en pañales aparecen los monstruos, así que quien haya guardado el excedente de su trabajo en bitcoin, más vale que tenga en cuenta todo esto.
“Temporalmente” según sus propias palabras. Llevamos cincuenta y cuatro años de temporalidad.
El Proof of Work utilizado hoy en Bitcoin es, de hecho, inventado como mecanismo anti-spam
Satoshi hace muchos símiles en el whitepaper con el oro, con el que compara mucho al bitcoin porque comparten varias características. Estos símiles, aunque útiles, han llegado a ser contraproducentes, nublando el hecho de que la red Bitcoin no son más que apuntes contables.
Se escribe aquí bitcoin con b minúscula porque esta palabra determina la unidad de cuenta de la red Bitcoin, esta sí, con B mayúscula.
Buen artículo, el tema de bitcoin es interesante pero el término modernidad viscosa me ha dejado pasmado, has puesto en palabras lo que llevo sintiendo durante un tiempo, un zeitgeist viscoso e insípido