“Más se requiere hoy para un sabio que antiguamente para siete; y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados.” (Baltasar Gracián, Oráculo manual y arte de prudencia)
Dos años son suficientes para acostumbrarse a una ausencia, y más de quien preverías ausencias prolongadas. La última vez, como quien no quiere la cosa, comentó que tenía muchos proyectos que hacer y muchos viajes que acometer, siempre metido en mil historias. Siendo alguien que te animaba a espabilar y a trazar tu propio camino no es de extrañar que él tome el suyo sin dar cuenta a los demás. Ya has asumido su marcha cuando aparece de nuevo: desaliñado, deambulando por el bosque como de costumbre, conminándote a que pienses en grande y actúes como haría Napoleón, como haría Julio César.
En casa de herrero, cuchillo de palo
Luke Smith es un avatar digital (dudo en usar esta expresión hasta que, rastreando la RAE, descubro que avatar viene del sánscrito avatâra: 'descenso o encarnación de un dios', lo cual me parece muy bello) relativamente conocido dentro de ciertos márgenes de Internet. Sus legendarios vídeos cortos paseando entre los árboles y divagando sobre consumismo, religión o las vicisitudes de la vida moderna se intercalan con tutoriales para crear tu propio servidor web o aprender LaTeX. Un tech savvy… que hereda parte de su filosofía vital de Uncle Ted. Los avezados lectores ya se sabrán la cantinela: la Revolución Industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Aquí, empero, nadie pone bombas, simplemente se instruye en las bondades de GNU/Linux y se recomiendan viejas versiones de los icónicos portátiles ThinkPad. Bien decía mi madre que con la violencia no se va a ningún sitio.
El apellido Smith es el más común en los principales países angloparlantes. Son frecuentes también patronímicos como Johnson, Robinson o Williams, pero el más frecuente de todos no hace referencia a un hijo-de, si no al oficio de herrero. Los sastres (Taylor) también son muy numerosos en Reino Unido y en la industriosa Alemania predominan los molineros (Müller)1. Hace un tiempo debatía con un amigo al que le había recomendado este canal sobre como se ganaba la vida Luke, cual era su oficio, por así decir. Si nos metemos en su página web vemos que sube su código a GitHub, escribe artículos y papers (ha realizado sus pinitos en la academia) y ha creado su propia serie de podcasts, NotRelated, que recomiendo encarecidamente. Un tipo multidisciplinar, sin duda, un verdadero hombre del Renacimiento. Pero, y he aquí la clave, en ningún apartado de la web leemos las palabras writer, podcaster o developer. En la era del LinkedIn esta actitud resulta refrescante, más vale no constreñirse a una etiqueta en el mundo cambiante de hoy.
“The boomer economy is utterly over”
En La rebelión de las masas Ortega hace un análisis pormenorizado del problema de la especialización. Con el avance de la técnica, se entra en una espiral autoreferencial en la que el hombre-masa pasa a desempeñar una labor muy concreta y especializada, labor que con el paso del tiempo se sigue especializando aún más por pura inercia. Este fenómeno, analizado ya en un libro de 1930, sigue plenamente vigente un siglo después. Resulta muy visible en un campo como el desarrollo de software. Cada año surgen nuevas tecnologías que a priori vienen a solucionar problemas y a hacerlo todo más fácil; en la práctica lo que se hace es añadir nuevas capas que resultan en nuevos ámbitos de especialización y en nuevos posibles puntos de fallo. Ortega vindicado una vez más, ¿no?
En nuestro mundo moderno, vasto y complejo, cuando hablamos de empresas solemos referirnos a la segunda acepción que da la RAE: ‘Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos’. La empresa son contratos, contabilidad, activos y pasivos, salarios, burocracia. Hemos olvidado que esta acepción deriva de la que la RAE pone en primera posición: ‘Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo’. Esta idea se entrevé mejor en el verbo emprender, verbo que ha quedado un tanto ridiculizado y se asocia a niños de papá que “empezaron en un garaje”.
La gran rotura de nuestra era digital respecto a la anterior era industrial es que las barreras de entrada a la hora de producir se difuminan2 y por lo tanto hace más fácil la empresa en su primera acepción. En tiempos pasados de humo y hollín, el capital cristaliza en objeto de consumo en la fábrica. Esto no ha cambiado, mas los confines de nuestro mundo son hoy mayores que antes. Una vez cartografiado y hollado hasta el último rincón del planeta, el hombre se lanza no al espacio, sino al ciberespacio. En los tiempos del microprocesador, cualquiera puede crear una app o un programa informático desde su casa. Es cierto que un alfarero también puede hacerse una vasija y un carpintero un mueble pero, además de necesitar para ello herramientas muy específicas, solo se puede hacer una vasija y un mueble a la vez. Con un ordenador se pueden construir muy variadas aplicaciones que además son instantáneamente replicables. Que nadie se lleve a engaño, ojo, la capacidad de cómputo no está democratizada y las economías de escala siguen funcionando en la Red. Es de autonomía de lo que hablamos aquí, la posibilidad de desarrollar una idea propia o de satisfacer una necesidad teniendo el conocimiento y las herramientas necesarias para ello. No se trata de competir contra gigantes, se trata de no tener que pasar por el aro, de poner uno las reglas. De acometer empresas, en definitiva.
He escrito sobre el desarrollo de software; con el aumento exponencial de la capacidad de cómputo y lo que conlleva (IA) esto aplica cada vez a más sectores en los que se realice trabajo cognitivo. El hombre-masa ultraespecializado en su campo y ajeno a todo lo demás va a tener que ponerse las pilas.
En paises hispanohablantes, a diferencia de los anglos y germanos, solo aparecen patronímicos en los primeros puestos, todos terminados en -ez - hijo-de - menos el más común y enigmático: García. Aunque hay algún que otro herrero en España, dejémoslo en que en la piel de toro los oficios no acaban de ocultar los linajes.
Hace una década pareció que la impresión 3D venía a reducir también las barreras de entrada a la producción en el ámbito material. De momento esto no ha sucedido.